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viernes, 2 de noviembre de 2012

La crisis europea:
Por: Emmanuel Frezzotti

‘’Me preguntan desde mi país si se siente la crisis. Pues no. Soy un turista que hace 45 días llegó a Europa. Yo no siento nada.
La crisis debe sentirla con forma de frío esa mujer parisina pidiendo dinero con su hijo bajo la lluvia, o aquella niña de Praga, o aquellos españoles que cada día son arrastrados, por la policía, fuera de sus casas para desalojarlos, o los pobres de Londres, Bruselas, Munich o Florencia.

Pero no, yo no siento la crisis.

Soy un turista desprevenido al que le llaman la atención esas magníficas obras realizadas en tiempo de bonanza económica. Soy un turista que encuentra muy bonitos los paisajes europeos. De vez en cuando, sin embargo, admito que se huele un aroma rancio en el aire.

Pero la crisis no la siento... Porque tal vez, la pregunta es equivocada: la crisis no es algo que deba sentir alguien que no la está atravesando. Sino, que la crisis ajena debería ser el motor impulsor para el cambio, para ayudar a quiénes sí sienten la crisis.

Lo que se siente es un cosquilleo de vez en cuando en el estómago, tal vez en la conciencia. Porque algo me dice que bajo toda esta realidad, subyace una crisis mucho peor: una crisis moral.

Algunos síntomas deberían ser lo suficientemente fuerte para provocar una reacción. Pero no. Una enorme pasividad y aceptación es lo que está aconteciendo. Si la mitad de los jóvenes españoles no tiene trabajo y, para colmo, el precio de las propiedades las hace prohibitivas, entonces quiere decir que por lo menos la mitad de ellos vive en casas de sus padres sin muchas expectativas; pero no se ve a estos jóvenes en la calle protestando. Si los bancos, causantes de esta crisis, desalojan a quiénes no pueden pagar sus hipotecas y se hacen con las casas, uno podría pensar que las sacarían a la venta. Y en la ingenuidad, uno pensaría que el mercado se llenaría de propiedades y el precio bajaría. Pues no: los bancos redujeron el precio de las propiedades sólo de aquellas que son basuras inhabitables, que son capital tóxico. Al resto, lo sacan al mercado a cuentagotas. Dicen los que saben que siguen especulando: el rescate financiero los dotó de capital y no tienen urgencias; por lo tanto acopian las propiedades con la esperanza que una vez finalizada la crisis puedan venderla a los mismos precios que en la burbuja inmobiliaria.

No hay que ser un genio para comprobar que algo está muy mal: los bancos causan la crisis y el Estado los rescata. Mientras tanto, la gente sigue padeciendo la crisis: pierde sus empleos, pierde beneficios, le suben el IVA y sigue sin poder pagar sus hipotecas y pierde sus casas. Algunos se amotinan con ayuda de sus vecinos para evitar el desalojo, otros amenazan con suicidarse -algunos lo hacen- y otros se rinden. Ahora los bancos -no hay que olvidar que ellos fueron los causantes- están con capital (del rescate) y con las propiedades de la gente.

Si con todo este panorama no se ven hordas de gente gritando en la calle es porque realmente hay una crisis moral. No alcanza con estar indignado. La indignación es la pérdida de la dignidad, del alma, del espíritu. La lucha debería comenzar antes, justo antes de perder la dignidad. Lo que sucede frente a los ojos de todos debería causar, como mínimo, estupor y bronca.

¿Cuándo la sociedad se transformó en esta masa vacía de espíritu? ¿Y en qué momento la masa comenzó a estar compuesta por seres individualistas y dóciles?

Pareciera que la sociedad ha abrazado al consumismo, que ha absorbido todas las motivaciones intelectuales e ideológicas. La industria del consumo ocupa cada rincón y por esa misma razón a veces cuesta verlo: está tan omnipresente que comienza a pasar desapercibido y empieza a ser natural. Pero no lo es.

No es natural, por ejemplo, la industria de los alimentos. Cientos de miles de restaurantes en cada ciudad, cientos de miles de productos envasados (fortificados, vitaminados, mineralizados..) y a precios cada vez más altos. No es natural que una necesidad tan básica como alimentarse se haya transformado en un esnobismo industrializado por el que cada vez hay que pagar más. En los países desarrollados ocurre algo significativo: las diferencias sociales se detectan por el peso de las personas. La obesidad es la enfermedad de los pobres. Los alimentos sanos son cada vez más costosos y sólo acceden las clases pudientes. El resto debe conformarse con porquerías industrializadas llenas de azúcares, grasas y conservantes.

Y mientras el primer mundo arroja comida por millones de toneladas anuales, en el mundo siguen muriendo de hambre 50 millones de personas.

Por tal motivo, el replanteo debería ser total. No alcanza siquiera con intentar detener el fraude de los bancos. La sociedad debe hacer un mea culpa. Antes, los europeos tenían muy lejos el hambre y el subdesarrollo y eso podría -aunque no lo hace- eximirlos de responsabilidad. Pero ahora tienen a los pobres en la esquina de sus casas. La pasividad no puede ni debe ser la respuesta.

Esa mujer que habla en la televisión española, confesando que gasta en una crema 200 euros y ante la pregunta del periodista sobre si tomará medidas por la crisis, admite que despedirá a su empleada domestica a la que le paga 80 euros semanales, es la prueba cabal que la sociedad carece de moral. Si los europeos no estaban acostumbrados a los pobres, ¿cómo puede ser que caminen ahora al lado de indigentes con tanto desdén? El individualismo ha consumido la responsabilidad social. Y no es una falencia de clases sociales, ni de países.

Y uno descubre, entonces, que la crisis moral no es europea solamente; es global. Y uno, que hasta hace un rato era un turista maravillado que no sentía la crisis, comienza a hacer un mea culpa. Tal vez la crisis no se vea caminando por la calle, sino que está dentro de uno mismo. Y ahora que lo pienso, la pregunta "¿se siente la crisis?" es perfecta: porque la crisis sí se siente, y se siente en la conciencia. Ojalá sean muchos los que comiencen a sentirla y en el momento adecuado, justo antes de estar indignados, justo antes de perder la dignidad.

Sólo así la pasividad será curada.’’


Sos un genio Ema. Posta que te adoro chabón.
(Ya te extraño)